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martes , abril 23 2024
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Reflexiones sobre el 17 de Octubre

Por LEOPOLDO MARECHAL *

Ante la manifestación popular del 17 de octubre de 1945, alguien la definió torpemente como un “aluvión zoológico”. Ciertamente, lo que allí se manifestaba era un aluvión, pero un “aluvión étnico”, integrado por criollos que, a fuerza de ser pobres consuetudinarios, no habían tenido nunca ni siquiera la posibilidad de corromperse, e integrado por los hijos y nietos de aquellas migraciones europeas que afluyeron masivamente al país desde la segunda mitad del siglo pasado. Voy a referirme a esa parte “zoológica” del aluvión, ya que, si no se la entiende, nuestra historia nacional de los últimos tiempos continuará presentándose como un suceder ininteligible.

Se narra que una vez el general Roca, mirando desde un ventanal de la Casa Rosada una columna de inmigrantes recién desembarcados, se preguntó qué sucedería cuando los hijos de aquellos hombres llegaran al gobierno. Esa pregunta sola define la agudeza intuitiva de aquel viejo militar, tan admirable por muchos conceptos. Roca se limitó a especular sobre la accesis de aquellos hombres futuros al poder: la consecuencia realmente fundamental de aquellas migraciones está en el hecho de que, a través de un siglo, sus descendientes fueron haciéndose notables en las ciencias, en las artes, en las letras, en la creación empresaria, en las jerarquías militares, en los hombres de iglesia, en los técnicos, en los trabajadores especializados; todo lo cual forma hoy ese “pueblo excepcional” que reconocen en nosotros hasta nuestros enemigos exteriores.

Claro está que todo ese trabajo de adaptación y cruce de familias europeas tuvo un soporte generoso en la criolledad anónima, la cual ofreció puentes naturales, imprimió sus caracteres y adoptó muchos de los foráneos, con la sencilla espontaneidad de quien integra una renovación biológica, y sin más incidentes que los ofrecidos, en modo cómico, por aquel encuentro de razas que documentó en su hora el sainete nacional (¡yo fui testigo!). Pero algo desentonaba en el conjunto: fue una minoría que vio esas novedades primero con orgulloso desdén, más adelante con inquietud y al fin con un temor que linda hoy con el pánico. Es lo que se designó más tarde con el nombre de “oligarquía” y en la cual el justicialismo vio a su antagonista nato desde las primeras escaramuzas.

 

* El Poeta depuesto, por Leopoldo Marechal / LSM

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